El priorato de Marcevol se encuentra a 560 metros de altitud sobre una pequeña meseta que domina el valle del río Tet. El paisaje es espléndido: al norte, la Roca del Moro (775 m), al oeste el Pico de Bau (1025 m), al sur, la cima de la montaña mítica de los catalanes: El Canigó (2785 m). A pocos pasos del priorato, la capilla de Nuestra Señora de las Gradas, del siglo XI, preside la aldea.
Los vestigios de un dolmen y un oppidum atestiguan la presencia humana desde el neolítico (4 000 a.C.). Rastros de cultivos en terraza, de caminos pastorales, encinares, garrigales y viñas enmarcan el territorio del municipio de Arbossols al que la aldea de Marcevol se incorporó en 1822.
El priorato fue construido en el s. XII por los canónigos del Santo Sepulcro. En 1129, el obispo de Elna les hizo donación de la iglesia de Nuestra Señora de las Gradas y de sus dependencias. Se trata de canónigos regulares que siguen la regla de san Agustín.
La orden del Santo Sepulcro se fundó en 1099, tras la conquista de Jerusalén por los cruzados para velar la tumba de Cristo; se extendió rápidamente en Europa, donde recibió bienes y donaciones. Marcevol fue uno de sus establecimientos de 1129 a 1484, año en que la orden fue disuelta por el papa.
En 1484, el edificio pasa a pertenecer a los sacerdotes , agrupados en comunidad, que sirven la parroquia de Vinça. En esta época, se instala en el ábside un retablo consagrado a la Virgen. Y la comunidad se dedicará a la organización de los perdones de la Virgen. Una antigua tradición asocia a un milagro la madre de un papa, camino de Compostela, que estaría enterrada en la iglesia parroquial. Con ello Marcevol se convirtió en un lugar al que llegaban cientos de peregrinos con la esperanza de obtener gracias o indulgencias. Este perdón es el más célebre del Conflent y cada 3 de mayo se sigue celebrando una misa en Marcevol.
Con la Revolución francesa, el priorato fue vendido como Bien Nacional. Se convierte en el centro de una gran explotación agrícola. Los edificios sufrirán por falta de conservación. Durante los años 70, para salvar el priorato de la ruina, restauradores voluntarios se organizan como Asociación del Monasterio de Marcevol y hacen del priorato un lugar de acogida abierto a las grandes tendencias espirituales, artísticas y terapéuticas de la sociedad. En 2001, la asociación se convierte en “Fundación del priorato de Marcevol”, reconocida de utilidad pública, y prosigue su vocación de acoger al público, alojamiento para grupos, viajes escolares y manifestaciones culturales.
Arquitectura
La fachada, dirigida hacia el oeste, es típica del arte románico del s. XII: constituida por piedras graníticas perfectamente talladas y ensambladas, su carácter austero hace resaltar los distintos materiales que la componen.
El pórtico es de mármol rosa procedente de la cantera de Villefranche-de-Conflent. Para el dintel y el tímpano se utilizaron otros dos tonos de mármol.
Se compone de una arquivolta , dividida en varios arcos, uno de ellos en dientes de sierra . En el centro, se abre la puerta cuyos tímpano y dintel están hendidos. Los dos batientes están ampliamente decorados con herrajes típicos de la forja catalana. Con sus espirales dispuestas de manera simétrica, añadidas y clavadas en la madera, refuerzan y decoran la puerta.
La ventana, de mármol rosa, reproduce en pequeño la composición del pórtico. La belleza de la fachada proviene de la inclusión perfecta de ambas obras de mármol que destacan en la pared de piedra. En la pared, dos placas de mármol rosa, con inscripciones, representan las tumbas de dos priores muertos en el s. XII.
El campanario de espadaña está situado hacia la derecha, testimonio, sin duda, de una reconstrucción tras el terremoto de 1428.
A la derecha de la iglesia, la actual puerta de entrada del priorato está incrustada en una pared de diversos tipos de factura: en opus spicatum , regular, a veces anárquica. Unas aspilleras y un muro almenado recuerdan la vocación defensiva de esta muralla edificada, según parece, en el s. XIV, a petición del rey de Argón.
El claustro : en el patio interior, los modillones que se hallan en la pared sur de la iglesia y los cimientos de un muro destinado a sostener los arcos son testimonio de la existencia de una galería de claustro de la no queda nada más.
Sin embargo, sabemos que existía cuando los habitantes de Arbossols, en el s. XV, venían a prestar juramento al nuevo prior de la comunidad.
La iglesia románica fue construida entre 1129 y 1160. Hasta principios del s. XI, los techos de la mayoría de las iglesias eran de vigas aparentes. Después del año 1000, se cubre sistemáticamente la nave de las iglesias con una bóveda de piedra, que será una de las características de la arquitectura románica.
Santa María de Marcevol está constituida por tres naves. La nave central, cubierta por una bóveda de cañón, se abre al este por el ábside. La nave lateral sur, menos alta, forma una bóveda de cuarto de círculo que se apoya en la nave; la del norte, que presenta una arquitectura diferente, fue sin duda reconstruida tras el terremoto de 1428.
Una vasta decoración mural compuesta de pinturas cubría toda la arquitectura. En la absidiolo sur se conservan los restos de un Cristo Pantocrátor (del griego pantos: “todo”, y crator “creador”).
La escena representa a Cristo rodeado de ángeles, sentado en majestad, en una mandorla , la mano derecha levantada para bendecir y en la izquierda las Sagradas Escrituras. A cada lado, dos letras griegas, alfa y omega, nos recuerdan un texto del Apocalipsis: “Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin, el que es, y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”.
El milagro de la harina
Dice una leyenda que la madre del sucesor inmediato de san Pedro en la sede papal fue enterrada en Marcevol. Esta es la historia:
La mujer, ya vieja, de camino a Santiago de Compostela, llega a Marcevol. Cansada, se para en la cuesta. El cielo amenaza tormenta. Un hombre de Marcevol vuelve del molino de Vinça con un borrico cargado con un saco de harina acabada de moler. Deja el saco en el suelo y ayuda a la mujer a montar en el borrico. Cae la noche, retumba el trueno, estalla la tormenta. La mujer le dice que no se inquiete por el saco. Efectivamente, cuando el buen hombre fue corriendo a buscarlo al día siguiente, la harina estaba seca. Pero cuando volvió, la mujer había muerto. Tras un solemne funeral, su cuerpo fue depositado bajo el altar de Nuestra Señora de las Gradas.